Bebiendo el amargo licor del desengaño
me embriago en la frialdad de tus
respuestas,
y recuerdo tu afable displicencia.
Transmuto como alquimista tu apariencia
y empiezo a despertar de mi letargo,
a desintoxicarme de tus labios,
de tu cuerpo,
de tu garbo.
Hoy te veo a través de las cenizas,
dentro del fuego que extingue tu presencia,
entre el humo que consume tu malicia
y la ascua que vive
entre tus piernas…