Versaban las líneas olvidadas (a propósito) en la historia de la humanidad,
En tiempos avasalladores donde las guerras eran guerras y donde alguien creía
en un reinado y daban sus vidas sin más, no gracias a una necesidad
autogenerada. Enterrado en los resquicios de la historia de las cartas quedó el
desterrado “Incomodín” (“Antijoker” para los anglolectores) Quién osaba a tener
entre su juego o mazo de cartas al incomodín era totalmente un desgraciado,
Para empezar la imagen de la carta pareciera un espejo, siempre se le retrataba
con una figura antropomórfica de cuyas proporciones podrían ser variables,
algunos con dedos de más, a veces el ojo incompleto y con extremidades
imaginarias, cabe aclarar que siempre cargaba con una gran sonrísa la imagen
denostaba alegría se le viera por donde se le viera.
El poder mágico que otorgaba está carta era particular, quién contaba con
la oportunidad de tenerla en su juego se daba el lujo de perder automáticamente
esa partida, digo lujo, porque antes se consideraba como algo honorable
conservar la derrota, inclusive siempre se reconocía a quien más perdía debido
a su feroz valentía y su constancia en seguir intentando, valores ahora por demás sobre
humanos. Entonces, volviendo al tema, quién contaba con el Incomodín era su
honor el bajar el juego, mientras los demás volvían una mirada furtiva hacia su
juego y continuaban la partida, cabe aclarar que la partida podría ser de todo
juego conocido que sea posible en un mazo de cartas. Mientras tanto, que a
quien aparecía el comodín revelaba la sonrisa falsa, la sonrisa de saborear una
posible victoria no prometida, era común que la gente se riera al ver que alguien
tenía al incomodín en su juego, era tal la camaradería que despertaba esa carta
que por quien jugaba en algún bebedero le invitaran al perdedor un buen tarro o
lo que sea que en ese momento se estuviera degustando.
Pero si el incomodín no existe actualmente, esto supone que es por algo, el rey
Magnulio “sufrió” durante un juego la presencia de la entredicha carta, el
problema quizá para el rey Magnulio fue que para su buena o mala suerte eran
diversos reinos, incluyendo el suyo, los que estaban en juego. Al principio el
rey Magnulio dudó de bajar el juego, quizá con el cambio de cartas pudiera
volver a entrar en juego, pero después de tanto sudar y el nerviosismo, consideró un acto de desvergüenza el no mostrar su juego teniendo dicha carta,
así que mostro todo lo que definía su ser en ese momento, de sus ojos brotó una
lágrima que si bien pudiera haber sido de tristeza era de alivio, tanta tensión
formada en agua semisalada. El resto del juego fue un tanto mediocre, los demás
reyes al tener pésimos juegos no mostraron mucho interés en el propio y
entonces fue un par sietes en espadas lo que dio lugar a gane de uno de los
reyes, el rey Pirú. Fue éste, el rey Pirú, quien propuso una nueva partida, debido al pésimo juego que ningún rey ha de querer contar historia tan triste de como
perdió su reinado, al menos a sus allegados tendría que decirles cual diván lo
que había sucedido. Sin rechistar los demás reyes aceptaron (Cómo negarse), me
olvidaba de recordar que antes se sentía mucha pasión por el juego tanto así
que reinos eran apostados, antes siempre versaban “en realidad, cuando uno
apuesta, el apostado es uno lo demás es dios”, sin palabras; Eso sí, las cartas
eran repartidas por alguien ajeno a todos los reunidos en aquella mesa y de ser
posible del lugar, el viejo arte de elegir un jurado. Las cartas ya repartidas,
volvemos al juego de nuestro rey, el rey Magnulio, sorprende que en su juego
aparezcan dos comodines, al verlos esconde la emoción de su rostro por honor a
la segunda oportunidad que le habían brindado, antes las segundas oportunidades
como el hecho de que hubieran dos comodines y un incomodín eran socialmente
aceptadas, esa carta es simplemente irrepetible. Los demás reyes se disponían a
analizar sus juegos y meditar que cambios podrían ser los mejores para poder
acceder al gran premio, el incomodín salió después de un cambio de cartas de
alguno de los reyes, los reyes participantes se veían ansiosos algunos por
tener un juego por demás patético otros por saborear las joyas de sus colegas,
fue entonces la hora de la decisión y fue el rey Magnulio quién había ganado
debido a su juego, el cual metaforizó un colega rey en dos colegas rey más.
Fue después de esto cuando el rey Magnulio preocupado por su reino y por
su adicción fastuosa a las cartas decidió decretar derogada la carta del
Incomodín, bueno eso es lo que unos dicen, para mí fue la misma carta la que
cometió suicidio, una carta tan poderosa no queda a merced de un humano aunque
las manos de éste le hayan forjado. Fácilmente la humanidad pudo olvidar una
carta que siempre les hacía perderlo todo, Claro también hubo sus beneficios
por ejemplo la gente que carece de sentido de la derrota se quejaba menos y en
algunos casos lloraba menos, se hacía notar su posible “felicidad” en que la
carta se había eliminado.
En verdad la carta es quién puso a prueba su destino y que en el último
juego salió a relucir con lo que mejor sabía hacer, sin miedo a ser ella misma.
Si ese rey hubiera sabido que fue el último que tuvo la bendición de tener esa
carta en su poder. Se cuenta que la inmortalidad de esa carta continúa aún en
otros mazos de cartas como la lotería o en el tarot pues, semejante poder no podía dejarse
así como así, muchos dicen que reside en la carta de “la muerte” pero en
realidad eso no es lo que suponía aquella carta, yo creo que si en una carta
pudiera estar está es la de “El loco”, debido a su humildad y sus grandes
lecciones de victoria por medio de las derrotas. Sea lo que haya sido de la
carta ha pasado (como todo lo que elimina la humanidad) a ser un mito o una
lección que quien emprende la aventura que ésta conlleva, ha de aprender o
reaprender dependiendo el caso.
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