viernes, 13 de enero de 2012

Marea







Este fulgor no cesa hasta mirarnos ciegos y apacibles,


ven por mí y guíame del brazo hacia el abismo diurno. 


No maldigo hoy lo que es mi desdichada alegría,


así tampoco es mi deseo ser ornamental cenicero confundido con progreso. 






Balas adquiridas con sudor enfermizo, de qué otra manera, ¡carajo!


Parásitos profesionales tocándose la barbilla,


visualizando utópicas ilusiones de reforma a la chatarra.


Bribones que intercambian guiños para evitar tramites y aduanas,


esa rabia permanente 

quema las entrañas.




¿A qué hora nos callaron con la misma soga que nos maniataron? 





Realidad sanguinolenta y


un pánico de otoño insospechado.


Sonreímos sin razón para sabernos capaces de gesticular voluntariamente


y no motivados por el temor, que se concentra tambaleando el labio inferior. 


La desgracia de mi desierta sonrisa es el reflejo de mi orgullo estúpido,


esa carcajada vacía que no tiene vínculo 


con la intemporalidad de tu párvula risa. 






Ojalá tu ceguera sea definitiva y no mires nuestro sufrimiento,


es un océano de miseria y viseras; un óleo difícil de pintar, te adelanto. 


Que aprendas de las virtudes de un ciego para mirar a este país,


quizá esa sea tu salvación y mi escueta recomendación.



No hay comentarios:

Publicar un comentario